viernes, 13 de noviembre de 2009

El poder y la igualdad

Es rico el poder, da aliento, estima y favores inmediatos. Llena el saco y te acerca a los dioses. Es peligroso el poder, porque la gran mayoría de las veces el poderoso no es un ser superior al mandado, al débil, al humano vulgar: por lo que el poder esta siempre asentado a una mentira. Hay que engañar a "los otros" para que acepten mi doctrina, mi lucidez, mis ideas, mis órdenes. Hay que diseñar una tela de araña donde se pueda sostener la pirámide farsa para que el poderoso pueda encaramarse.

Los que buscan desesperadamente el poder suelen llegar a conseguirlo. Pero no solo los sabios ni los buenos, demasiado a menudo los ambiciosos, los insatisfechos, los temerosos, los listillos, los sin mucha alma pero con mucho credo llegan a acceder a las cotas tan altas de poder.
Pero lo difícil no es llegar al poder sino mantenerse convenciendo al resto. Hay formulas para ello. Hay formulas mas o menos bestiales para vaciar a un ser humano de su esencia y dejarlo vacio. El control del pensamiento al ser nuevo a través de la educación y de la cultura es algo más viejo que la existencia del mundo.

Los poderosos expresan sus mejores intenciones: nobles ideales, lealtad a unas leyes que ellos mismos gestan y controlar a todos los que desean desbocar su reino. Así es el gran teatro del mundo. El más absurdo: Sale un Señor y habla a un coro de fieles a que no puede amar, pero que necesita.

El que nació en cuna de oro siempre tendrá mas hilos para acceder a la cumbre y desde ese pico florido mirará con una sonrisa canalla a los de abajo creyéndose mejor que ellos. Entonces nacerá la agrupación, la acción, la fuerza, la esperanza… la gente se plantara y pedirá romper la pirámide para construir un nuevo campo limpio y llano en el que puedan jugar todos. Un lugar desde la igualdad de los distintos.

Sin embargo, ¡Que miedo a la igualdad! Que miedo a perder esa riqueza, piensan los unos. Que miedo a construir un pensamiento propio sin depender de las ideas ajenas, de la mano ajena, del corazón ajeno. Que estupidez construir un mundo en el que nos miremos a los ojos creyendo en que nadie es mejor que nadie y que todos somos diferentes pero no mejores.
Que pánico les da comprobar que tu voz es una amenaza a la vulnerabilidad de su poder. Un micrófono en su almohada, un tsunami capaz de romper la tela de araña que disimula su temida fragilidad.